Por Lucía Aragón

Hace casi dos años escribí un artículo sobre un gran hombre salvadoreño, contaba la historia del coronel José Arturo Castellanos, en aquel entonces Ricardo Morán coordinador de la Comisión de Investigación Histórica del Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador buscaba el reconocimiento para el coronel Castellanos de “Justo entre las naciones”. ( Véase el articulo mencionado en este enlace) https://deorienteaoccidente.wordpress.com/2008/06/19/jose-arturo-castellanos-un-heroe-salvadoreno/

Por fin en este año, el ministro de Relaciones Exteriores de El Salvador, Hugo Martínez anunció que el Instituto Yad Vashem, máxima autoridad en Israel sobre los estudios del Holocausto con sede en Jerusalén, por fin le otorgó ese reconocimiento, por su labor humanitaria al salvar la vida a miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial.

José Arturo Castellanos

Para quienes no lo conozcan; el coronel Castellanos fungió como Cónsul General de El Salvador en Ginebra de 1942 a 1945, junto con su primer secretario George Mandel Mantello, empresario judío de origen transilvano, otorgó certificados de nacionalidad salvadoreña a unos 40 mil judíos húngaros rescatándolos de ser enviados a los campos de concentración para ser exterminados.

En los últimos meses de su labor para salvar vidas, los certificados se distribuían en trenes, sitios públicos, barrios, no había ninguna diferencia pues muchas veces desconocían quien iba a utilizarlos. Ni Castellanos ni Mandel obtuvieron beneficio alguno por su altruista labor. No fue fácil, pues tanto el gobierno suizo como el de Estados Unidos veían con recelo la intromisión de un cónsul de un país tan pequeño en los asuntos de la Alemania nazi.

En ese entonces la supuesta neutralidad del gobierno suizo negó asilo político a las familias de judíos que trataban de escapar, se aceptaban únicamente a los niños, que se daban en adopción para que olvidaran su pasado.

Castellanos actuó por principios, sin obtener ningún beneficio de su cruzada salvadora de vidas, al término de su misión en Suiza tuvo que pedir dinero al gobierno para trasladar su menaje de casa a Londres, donde vivió algunos años, después se retiró y murió muy modestamente, en 1977 en El Salvador. Le sobrevivió su viuda, doña María que trabajaba enseñando idiomas.

Las condiciones principales para ser considerado un “Justo entre las naciones” son: no ser judío, no haber sacado provecho, haber arriesgado su vida y su trabajo para salvar las vidas de judíos durante la segunda Guerra Mundial (1939-1945). La primera condición impide que Mandel reciba esos honores por ser él mismo judío.

Las personas reconocidas con esta distinción reciben una medalla acuñada con su nombre, diploma de honor y el privilegio de tener su nombre grabado en el Muro de Honor en el Jardín de los Justos de las Naciones en Yad Vashem, en Jerusalén.

“Justos entre las Naciones” es una expresión del judaísmo usada para referirse a personas cuya fe no es judía, o extranjeros que merecen consideración y respeto por su conducta moral acorde con los siete preceptos de las naciones (número de mandamientos básicos y de origen divino, según la tradición judía) y que según la creencia, les espera una recompensa divina.

El caso contó con el apoyo de organismos como la Fundación Raoul Wallenberg y B’nai B’rith y por comunidades judías en El Salvador, Estados Unidos, Chile, Argentina y Europa.

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